MI EXPERIENCIA PARANORMAL CON ENTIDADES DEL PLANO ASTRAL

[3:17 p. m., 3/8/2020] Mauricio Gómez: Hola de nuevo. 
Hoy les quiero hablar sobre aquellas experiencias que creo que todos hemos tenido, que pueden ser vividas como “extrañas” o “paranormales”, pero que en realidad nos están mostrando que el plano físico no es el único existente, sino que hay otras realidades, más allá de la que podemos ver, tocar y comprender. 
Cuando somos testigos de “fantasmas” o apariciones, cuando escuchamos ruidos que aparentemente no tienen explicación o cuando observamos objetos que se mueven sin ser tocados, entre otros, estamos entrando en contacto con entidades o energías que por lo general pertenecen al plano astral (digo por lo general porque a veces son entidades de otros planos). 
El plano astral es el plano que está inmediatamente después del plano físico y, según los teóricos metafísicos, representa el primer lugar al que vamos tras la muerte y, por lo tanto, para no alargarnos mucho, en él es posible que se encuentren las almas de las personas que han muerto (muchos de ellos no saben que han trascendido), vibrando tal y como lo hacían en el plano material.
En este sentido, si en la vida material, la persona vibraba en el polo negativo, es decir, era oscura, triste, depresiva o les hacía daño a otros, en el plano astral, vibrará del mismo modo, hasta que su energía se trasmute y ascienda a planos superiores. 
Por esta razón, al hacer contacto con alguna entidad de este plano, habrá las que son apáticas a nuestra presencia, mientras que otras, buscarán orientarnos o incluso dañarnos. Las almas de quienes no son conscientes de su muerte, recorrerán los caminos que ya conocen, habitarán los espacios que disfrutan, replicarán eventos y conversaciones y, por eso es “normal” que las veamos recorriendo nuestra casa.  
Ahora sí, luego de esta introducción un poco larga, quiero contarles sobre la primera o más bien una de las primeras veces que tuve una experiencia de visualización de una energía del plano astral y que me demostró que el mundo en el que vivimos no es unidimensional. Es importante aclarar que, antes de que esto sucediera, había tenido algunos sueños extraños o incluso, sentido presencias, pero nunca había logrado ver nada. 
En ese entonces, tenía 15 años y estaba pasando por un periodo crítico de mi adolescencia; cuestionaba la autoridad, era, retador y pese a que tenía cierto interés por temas esotéricos, miraba con escepticismo lo espiritual y lo “paranormal”. 
Desde hacía unos meses, en mi casa habían estado pasando “fenómenos” que resultaban extraños para mi familia que iban más allá de la mala suerte; se escuchaban ruidos en el techo y en la planta de abajo; mi hermana con frecuencia tenía pesadillas; mi mamá decía que en ocasiones veía sombras en las escaleras e incluso, una noche, sentí que algo caminó por mi espalda y al encender la luz, me di cuenta que se trataba de un gato negro que había ingresado a pesar de tener todo cerrado. 
Todo lo anterior hizo que hermana buscara respaldo en su novio, quien, desde hacía muchos años, practicaba la magia blanca y trabajaba con energías del plano astral. Después de realizar un recorrido por la casa, le dijo a mi familia que estaba cargada de energía negativa, producida por los pensamientos de tristeza, angustia y rabia que se movilizaban entre nosotros y que atraían a entidades de otros planos que vibraban de la misma manera, por lo que era necesario hacer una limpieza. Mi padre había tenido un accidente hacía algunos años que nos había afectado profundamente a nivel psíquico. 
El día en el que se llevaría a cabo el proceso, mi mamá y mi hermana compraron varias yerbas que él había pedido; no recuerdo cuales fueron, pues, aunque estaba intrigado, frente a mi familia seguía mostrando apatía y desinterés. 
Lo escuché llegar y decir que iba a utilizar la cocina y que necesitaba una olla grande. Por dentro me burlé y pensé “qué tontería” y continué acostado en mi cama, negándome a bajar; sin embargo, luego lo escuché conjurar el agua y pronunciar algunas palabra
[3:19 p. m., 3/8/2020] Mauricio Gómez: Hola de nuevo. 
Hoy les quiero hablar sobre aquellas experiencias que creo que todos hemos tenido, que pueden ser vividas como “extrañas” o “paranormales”, pero que en realidad nos están mostrando que el plano físico no es el único existente, sino que hay otras realidades, más allá de la que podemos ver, tocar y comprender. 
Cuando somos testigos de “fantasmas” o apariciones, cuando escuchamos ruidos que aparentemente no tienen explicación o cuando observamos objetos que se mueven sin ser tocados, entre otros, estamos entrando en contacto con entidades o energías que por lo general pertenecen al plano astral (digo por lo general porque a veces son entidades de otros planos). 
El plano astral es el plano que está inmediatamente después del plano físico y, según los teóricos metafísicos, representa el primer lugar al que vamos tras la muerte y, por lo tanto, para no alargarnos mucho, en él es posible que se encuentren las almas de las personas que han muerto (muchos de ellos no saben que han trascendido), vibrando tal y como lo hacían en el plano material.
En este sentido, si en la vida material, la persona vibraba en el polo negativo, es decir, era oscura, triste, depresiva o les hacía daño a otros, en el plano astral, vibrará del mismo modo, hasta que su energía se trasmute y ascienda a planos superiores. 
Por esta razón, al hacer contacto con alguna entidad de este plano, habrá las que son apáticas a nuestra presencia, mientras que otras, buscarán orientarnos o incluso dañarnos. Las almas de quienes no son conscientes de su muerte, recorrerán los caminos que ya conocen, habitarán los espacios que disfrutan, replicarán eventos y conversaciones y, por eso es “normal” que las veamos recorriendo nuestra casa.  
Ahora sí, luego de esta introducción un poco larga, quiero contarles sobre la primera o más bien una de las primeras veces que tuve una experiencia de visualización de una energía del plano astral y que me demostró que el mundo en el que vivimos no es unidimensional. Es importante aclarar que, antes de que esto sucediera, había tenido algunos sueños extraños o incluso, sentido presencias, pero nunca había logrado ver nada. 
En ese entonces, tenía 15 años y estaba pasando por un periodo crítico de mi adolescencia; cuestionaba la autoridad, era, retador y pese a que tenía cierto interés por temas esotéricos, miraba con escepticismo lo espiritual y lo “paranormal”. 
Desde hacía unos meses, en mi casa habían estado pasando “fenómenos” que resultaban extraños para mi familia que iban más allá de la mala suerte; se escuchaban ruidos en el techo y en la planta de abajo; mi hermana con frecuencia tenía pesadillas; mi mamá decía que en ocasiones veía sombras en las escaleras e incluso, una noche, sentí que algo caminó por mi espalda y al encender la luz, me di cuenta que se trataba de un gato negro que había ingresado a pesar de tener todo cerrado. 
Todo lo anterior hizo que hermana buscara respaldo en su novio, quien, desde hacía muchos años, practicaba la magia blanca y trabajaba con energías del plano astral. Después de realizar un recorrido por la casa, le dijo a mi familia que estaba cargada de energía negativa, producida por los pensamientos de tristeza, angustia y rabia que se movilizaban entre nosotros y que atraían a entidades de otros planos que vibraban de la misma manera, por lo que era necesario hacer una limpieza. Mi padre había tenido un accidente hacía algunos años que nos había afectado profundamente a nivel psíquico. 
El día en el que se llevaría a cabo el proceso, mi mamá y mi hermana compraron varias yerbas que él había pedido; no recuerdo cuales fueron, pues, aunque estaba intrigado, frente a mi familia seguía mostrando apatía y desinterés. 
Lo escuché llegar y decir que iba a utilizar la cocina y que necesitaba una olla grande. Por dentro me burlé y pensé “qué tontería” y continué acostado en mi cama, negándome a bajar; sin embargo, luego lo escuché conjurar el agua y pronunciar algunas palabras en lenguajes que en ese momento eran desconocidos y ahí, me llené de curiosidad y decidí ir a observar lo que estaban haciendo. 
Me paré a su lado y empecé a observar con actitud burlona lo que hacía; mientras removía el agua y las plantas con una cuchara de palo, decía oraciones de limpieza, cuando, de un momento a otro, se detuvo, me miró y me dijo: “mientras hago esto, no se pueden decir groserías” y prosiguió con la oración. 
Su advertencia fue para mi, como una invitación a hacer lo contrario y empecé a decir burlonamente todas las groserías que se me pasaban por la cabeza. En un momento, él se detuvo súbitamente, me tocó el pecho y me empujó hacia atrás; por instinto miré hacía mi derecha y observé cómo, desde la parte de abajo del mesón, se levantaba una sombra, con forma esférica que se movilizaba rápidamente e iba en dirección hacia donde yo estaba ubicado al principio. Me hubiera impactado, si él no me hubiese corrido. 
La sombra recorrió la cocina y la vi atravesar la ventana que iba hacia el patio, mientras escuchaba repicar los vidrios de las celosías como si algo las hubiera tocado. 
Esa experiencia nunca se borró de mi memoria; si bien me dio mucho temor y aún hoy, no sé bien qué fue lo que vi, ese evento me hizo entender que el mundo en el que vivimos no es solamente lo que podemos tocar y ver, sino que nos movemos entre energías y vibraciones que a veces no son perceptibles a través de los sentidos que conocemos. 
Los invito a que me cuenten también sus experiencias y a que, si lo desean, me compartan sus opiniones respecto a lo que me sucedió. 
Gracias.



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